El enemigo del Trabajo Social: el conformismo

Cuando se reflexiona acerca de las cualidades esenciales que debe poseer un profesional del Trabajo Social, suelen destacarse valores como el respeto, la creatividad, la empatía, la humildad y el compromiso. Por el contrario, también es posible enumerar características negativas que dificultan el ejercicio de esta profesión, como la intolerancia, la indiferencia o la rigidez. No obstante, existe una actitud particularmente nociva que puede considerarse uno de los mayores enemigos del Trabajo Social: el conformismo.

Uno de los pilares fundamentales del Trabajo Social es precisamente la búsqueda del cambio social. Esta disciplina promueve la transformación de las condiciones de vida de las personas, la defensa de los derechos humanos y la mejora del bienestar colectivo. En consecuencia, un profesional conformista, que acepta pasivamente el estado actual de las cosas, se aleja por completo de los principios que sustentan esta labor. El conformismo impide cuestionar estructuras injustas y perpetúa situaciones de exclusión, discriminación y desigualdad.

Una persona conformista, ante una situación problemática, tenderá a actuar de manera superficial o poco crítica, fingiendo que todo está bien o evitando señalar lo que no funciona. Este tipo de actitud, aunque muchas veces pase desapercibida, tiene consecuencias graves: se normalizan las injusticias y se bloquea cualquier posibilidad de transformación. Si toda la sociedad adoptara esa postura, el progreso social sería inviable. Por ello, el Trabajo Social exige profesionales inconformistas, capaces de ver más allá de lo aparente y dispuestos a actuar frente a la injusticia.

Un ejemplo elocuente de esta actitud se encuentra en quienes sostienen que fenómenos como el machismo, el racismo, la xenofobia o la homofobia ya no constituyen problemas reales en Europa. Esta percepción errónea se debe a que muchos no experimentan estas formas de discriminación en su vida cotidiana o consideran que solo afectan a “grupos marginales”. Este es un grave error: mirar hacia otro lado o minimizar la existencia de estos problemas no hace que desaparezcan, sino que contribuye a su perpetuación.

Asimismo, es evidente que se requiere un mayor compromiso por parte de los gobiernos y responsables políticos para abordar estos fenómenos de manera seria, permanente y estructural. Reconocer su existencia y establecer políticas públicas eficaces es una responsabilidad del Estado. Estas problemáticas no solo afectan a personas específicas, sino que también debilitan a comunidades enteras y a la sociedad en su conjunto.

Ante este panorama, en el que frecuentemente ni la sociedad ni las instituciones abordan de forma adecuada los prejuicios, la discriminación o la invisibilización de determinados grupos, se hace aún más evidente la importancia del rol del trabajador social. La consigna debe ser clara: “No podemos ser conformistas”. Además de la intervención directa con las personas afectadas, el Trabajo Social debe contribuir a generar conciencia social, denunciar las situaciones injustas y visibilizar los problemas estructurales que muchas veces permanecen ocultos o ignorados.

Desafíos del Trabajo Social en la actualidad

Los profesionales del Trabajo Social enfrentan múltiples desafíos que complejizan su labor cotidiana. A continuación, se destacan algunos de los más relevantes:

1. Escasez de recursos

La falta de financiación y recursos limita gravemente la capacidad de brindar una atención adecuada e integral a las personas usuarias. Las organizaciones comunitarias, frecuentemente con presupuestos reducidos, se ven obligadas a tomar decisiones difíciles sobre cómo asignar sus recursos, lo que puede comprometer la calidad de los servicios ofrecidos.

2. Estrés profesional

El Trabajo Social es una profesión altamente exigente desde el punto de vista emocional y organizacional. Las elevadas cargas laborales, las presiones políticas y comunitarias, y la constante lucha por defender los derechos de los usuarios generan un importante desgaste que puede derivar en agotamiento, desmotivación e incluso abandono de la profesión.

3. Riesgos de seguridad

En muchos contextos, los trabajadores sociales se enfrentan a situaciones de riesgo físico y emocional. Intervienen en entornos complejos como prisiones, instituciones cerradas o domicilios donde pueden ser mal recibidos. En algunos casos, carecen de formación específica en gestión de conflictos o autoprotección, lo que los expone a agresiones verbales o físicas.

4. Problemas administrativos y estructurales

A menudo, los trabajadores sociales deben lidiar con marcos institucionales burocráticos, falta de apoyo administrativo y políticas públicas inadecuadas o inconsistentes. Estas dificultades, junto con la escasez de recursos, limitan la capacidad de acción y la eficacia de las intervenciones.


Conclusión

El Trabajo Social es una disciplina comprometida con la transformación social, la defensa de los derechos humanos y la mejora de las condiciones de vida de las personas más vulnerables. En este contexto, el conformismo representa una amenaza directa a los principios fundamentales de la profesión. Frente a un mundo que muchas veces invisibiliza o naturaliza las injusticias, el trabajador o la trabajadora social debe posicionarse como un agente de cambio, crítico, comprometido y, sobre todo, inconformista. Solo así será posible construir una sociedad más justa, equitativa e inclusiva.